Mandatos familiares en Navidad: “El deseo es clave para evaluarnos en estas fechas"

“Una de las frases que más escucho en esta época es ‘no me gustan las fiestas porque no quiero ver a tales personas de mi familia’. Quiero hablar de aquellas dinámicas familiares que están lejos de lo que se considera sano” indicó.

"Estos mandatos nos nublan de aquello que necesitamos, nos desenfocan, y hacemos las cosas en modo automático"

“Lo que se suele decir es que ‘queda mal’ que no pases navidad con tu familia. Dicen: ‘¿cómo vas a hacernos esto?’, con cierta victimización, o ‘¿qué van a decir los demás?’. También existe la dinámica de manipulación y de ninguneo, asumiendo que no somos nada sin ellos. Es importante mencionarlo porque pasa mucho, y también, es recurrente que la familia de sangre nos hace más daño que lo que nos hace bien. Que no nos manipulen ni obliguen, eso no es la verdad. Es un verso para terminar haciendo lo que el otro quiere. Tenemos que aprender a poner distancia de aquellas personas que nos hacen mal, sean familia o no" remarcó.

En relación, precisó: “Estos mandatos nos nublan de aquello que necesitamos, nos desenfocan, y hacemos las cosas en modo automático. Y, quizás, en ese círculo encontramos a personas que nos hicieron mucho daño y tenemos que hacer como si nada, suele pasar que tienen temas tabúes sobre cuestiones de las que no se hablan, pero pasaron. Ni hablar del silencio cómplice. Esas personas, de alguna manera te drenan y te sofocan”.

Gabriela asegura que: “El deseo es clave para evaluarnos en estas fechas, en el fondo sabemos qué queremos y qué no. Vamos con la idea de la armonía familiar o de que van a ser ‘felices’ fiestas, y quizás la cena está llena de connotaciones negativas hacia uno o tratos pasivo-agresivos, que son aquellos que a simple vista parece que nos están diciendo algo bueno, pero por alguna razón nos hacen sentir mal”.

Por otro lado, adhiere que “en el caso de que tengamos miedo de que alguien se enoje, quizás podemos evaluarlo, pensar en esos familiares que sí amamos e ignorar lo otro. También es importante poner límites, no es necesario relacionarnos con los que no nos caen bien. Pero hay veces que las ganas de no ir son superiores, ahí la culpa aparece, pero nunca vamos a poder contentar a todo el mundo. En esos casos tenemos que preguntarnos: ‘¿soy realmente culpable?’”.

“Mi invitación es a resignificar las fiestas, porque no se van a ir, y en vez de padecerlas, tenemos que tomar la decisión de no pasarlas más junto a familiares que no queremos, porque eso nos hace mal. Darles un significado distinto para uno mismo” finalizó.